De gatos, perros y niños

gato pintoEn mi pueblo, en Asturias, en la gente de más de cincuenta años siguen predominando las viejas ideas utilitarias: los animales o reportan un beneficio (vacas, ovejas, cerdos, etc.) o son prescindibles. ¡Cuántos cachorros de gatos y perros no han terminado en las aguas del río! Una forma de controlar su número, alegan ellos. Yo he recogido eso en mi cuento titulado «Los gatos de Río Negro». Y cuando la gente se va de vacaciones, pues nada, los gatos que se las arreglen. Ya ellos verán en dónde comen. ¡Lo que sobran son lagartijas! O que busquen ratones, dicen.

La huerta de la casa de mis padres es el comedor popular del pueblo, para los gatos indigentes, los realengos, abandonados y los que, sin estar abandonados no tiene dueños que miren por ellos. Porque nacer en los predios de una casa no garantiza que los dueños de la misma sean sus alimentadores ni cuidadores.

Fuera del gato pinto, que mi madre considera que ya es de la casa, en esta ocasión que estoy pasando unos días cuento otros cuatro más, inquilinos ya habituales. Y al anochecer he contado hasta quince comensales felinos de todos los colores y edades. Porque entre mi madre y mi tío Rufo los mantienen. Cuando ellos vienen del mercado, son más las bolsas y latas de comida para gatos que para nosotros.

Mientras más conozco al ser humano más quiero a mi perro, dijo alguien. Razón no le faltaría.

gato siamesA estas alturas de mi vida, si bien sigo adorando a los perros, yo sé bien que si salen ladradores se convierten en una completa molestia para todos, y si salen alocados no te queda un mueble sano ni que venga a entrenarlos Carlos.

A los gatos, en cambio, no hay que sacarlos a pasar en invierno, así llueva, truene o nieve, tres veces al día para que hagan sus necesidades. A ellos les sobra con una cajita de arena en un rincón. Y a diferencia de los niños, los gatos no se quejan y se amoldan al espacio que tengan; no te destrozan los tímpanos con chillidos cuando tú quieres que dejen de ver la televisión; no tienen caprichos ni te pedirán galletas y helado de chocolate, cuando no lo tienes. Los gatos no te soltarán la cantaleta todo el día para que les compres el juguete que vieron en la televisión, no agarran un berrinche por que no les das lo que quieren y, en general, los gatos son más compañía que molestia.

Además, yo prefiero que sea un gato el que me salte a la cama cuando estoy durmiendo, que no un San Bernardo.

Saca tús propias conclusiones.

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