Rescatando gatos en Mexico

Gata siamesa

Desde la ciudad de Mexico, DF, me llegó un correo electrónico de la señora Pilar Zamora, quien me contó sus sentimientos después de leer mi historia titulada Mucho más que un gato, que ya lleva acumuladas más de 3.000 lecturas.

Por lo que me dijo adicionalmente, no me extraña que la historia de mi gato Mínimo le haya tocado su enorme corazón amante de los gatos, pues lleva varios rescatados de las calles.

Pilar cuenta que tiene una gatita a la que puso de nombre Chiquita. Hace dos años la consiguió su hija, abandonada con otros hermanitos fuera de su escuela. Aún no abría los ojos. Desde entonces el animalito es la adoración de todos en la casa. Ella dice que a Chiquita le encanta compartir con ellos todas las comidas, y que duerme en las camas, que es muy tierna y agradecida.

Pero resulta que, unos seis meses atrás, les llegó a la puerta de la casa un gatito famélico, llorando de pura hambre, casi desfallecido. No lo pensaron dos veces y lo atendieron y adoptaron. Sin embargo, en su afán de dar cariño, no tuvieron en cuenta las normas básicas para la introducción y presentación de un animal nuevo a otro que ya está en la casa. Como resultado, Chiquita, que jamás había visto a otro gato durante su año y medio de vida, se espantó tanto con la presencia del recién llegado esqueleto ambulante, que se enfermó.

Pilar tuvo que llevarse al famélico animalito a la casa de su padre. Allí le dieron una buena acogida y ya hoy, ella dice que, después de ser un esqueleto forrado de pellejo, ahora es un hermoso puma, en pequeño, al que llaman Sam.

Como el enorme corazón de Pilar y su hija aún daba para mucho más, y su casa también, el Cielo habría de contar con ellas,

una vez más.

Me refiere que, hace uno días, saliendo de la casa para ir al trabajo, su hija encontró un gatito debajo de un auto estacionado. Lograron agarrarlo. El animalito era muy joven, estaba inmundo y tenía una patita lastimada. Una persona les refirió que una mujer lo había abandonado en la calle, junto con una hermanita, a la que había atropellado un auto. Las dos lloraron de indignación al saber aquello.

Envuelto en una manta, se llevaron al gatito para la oficina y lo alimentaron. Tomó muchísima agua, pues estaba muy deshidratado. Dice que comenzó a amarlo desde el mismo momento en que el gatito maulló entre sus manos. Luego, satisfecho el estómago, lleno de lodo y pulgas como estaba, sintiéndose seguro durmió con placidez, falta que le hacía. Cuando despertó le dieron un baño. El mágico líquido hizo aparecer un hermoso gatito, de pelaje blanco con orejitas rubias y ojos azules.

Cuando salió del trabajo esa tarde, fue directo al veterinario. Aparte de la patita rota y las pulgas estaba lleno de parásitos internos. Así que, para no arriesgarse a contagiar a su gata Chiquita, decidieron dejarlo en el veterinario un par de días, para que lo desparasitaran e hicieran las pruebas de la leucemia felina. Ahora, Fly ya está con ellas en casa, recuperándose bien. Dice que es muy juguetón y ronronea fuerte. Su hija no se separa del gato, y él corre por sobre ella cuando está acostada, como hacía el Mínimo conmigo, y le lame la nariz, quedándose dormido sobre su pecho.

Pero querán saber cómo lo tomó Chiquita, ¿verdad? Pues esta vez no lo hicieron tan impactante, pero aún así, de tan sólo oler y ver a Fly, a Chiquita le dio gastritis. Ahora los mantienen en áreas distintas, separados por una lámina acrílica. Se pueden oír y oler, e incluso ver a través de un hueco, pero separados. De esa manera Chiquita se siente algo más segura ante el intruso que invade la seguridad de su territorio. Fly es el menos afectado, y se ha adaptado muy bien. Con un poco de paciencia y perseverancia, el método dará su resultado. Se pueden ir haciendo algunas otras cosas para ayudar, pero el método que están empleando funcionará. Estoy seguro de que pronto los dos animalitos podrán jugar juntos.

Agradezco a Pilar Zamora por su relato, que he querido compartir con todos. Ella y su familia son ejemplos a seguir, para todo amante de los animales. Y para quien piense que su piso o apartamento es muy pequeño para tener un gato, le diré que está muy equivocado. ¿Es más pequeño que la cabina de un camión? Pueden buscar en un pasado número del Selecciones del Reader’s Digest, la historia de la gatita Kitty Diesel, quien fuera encontrada por un matrimonio de camioneros, y que vivió junto con ellos en la cabina del vehículo, recorriendo los Estados Unidos.

Lamento que Pilar no me haya podido enviar una foto de ninguno de sus gatos. Espero que les guste la que puse, de mi gatita Aiko, una tarde de paseo.

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