Que los gatos son seres muy territoriales es un hecho reconocido, el cual podemos comprobar tanto en la vida salvaje como en los entornos domésticos. Cualquier cambio que se produzca allí lo notarán y los alterará. Lo verás de inmediato si cambias de lugar algún mueble y, sobre todo, si llevas a casa uno nuevo. Los gatos necesitan cierto tiempo para procesar esos cambios en su hábitat.
Por ese espíritu es que los gatos se apegan a sus territorios y no a las personas con las que conviven. Por supuesto, si tienes a tu gato en un apartamento y te mudas para otro, al animal no le quedará más remedio que adaptarse al nuevo ambiente, por mucho que eche de menos el anterior. ¿Pero qué podría ocurrir si vives en una casa en la que los gatos pueden entrar y salir libremente y te mudas a otra?
Juan Luís Blazquez de Opazo ya nos regaló hace un tiempo con las historias de algunos de sus gatos, en la entrada que titulé: Gatos en la casa y en el corazón. Ahora, en un correo electrónico que me envió, vuelve a contarnos lo que le ha sucedido al mudarse de casa; pero no a otro sitio lejano, sino a otra casa dentro del mismo pueblo en que vive. Por supuesto que se llevó a todos sus gatos. ¡Él jamás los dejaría! Pero le ha ocurrido una sorpresa poco agradable. Ahora tiene los que él ha llamado sus «gatos teóricos» y los «gatos efectivos». Los teóricos son los que tenía en la casa anterior y que él considera sus gatos. Los efectivos son los que en la realidad le han quedado en la nueva casa, que son los más jóvenes y nuevos, porque han pasado menos tiempo en la casa anterior y no llegaron a desarrollar el instinto territorial.
Una buena parte de todos sus gatos se regresaron al jardín de la primera casa y sus alrededores, que es en donde habían establecido sus territorios y a donde ahora vuelven todos los días. A veces él va con el coche a buscarlos y logra llevárselos para la nueva casa; pero a las primeras de cambio los gatos se vuelven a fugar.
Juan Luís también relata que sus gatas Sonia y Vesta no encontraron otra forma mejor que protestar contra el cambio sino «independizándose»; se fueron por su cuenta. Sonia se buscó un hogar en una casa cercana a donde vivían antes, y que queda, precisamente, dentro de su antiguo territorio. Comenzó a rondar el sitio en la forma en que los gatos saben hacerlo, y los propietarios de la casa se prendaron de ella y decidieron quedársela. Ubicaron a Juan Luís por el microchip que lleva Sonia, y se comunicaron con él.
Juan Luís dice que habiendo comprobado lo a gusto que estaba la gata en el nuevo hogar que se buscó, y las buena condiciones en que la tienen, decidió concederles la adopción, condicionada a poder verla cuando él quiera y a volver a hacerse cargo de ella si por alguna circunstancia la nueva familia no pudiera seguir teniéndola. Prefirió hacerlo así antes que seguir corriendo el riesgo de que Sonia se escapase a diario y pudiera terminar atropellada por un auto en el trayecto.
Respecto a Vesta o «Bicheta» la cosa ha sido distinta. Hace casi un mes que no la ve. Solo ha sabido que sus anteriores vecinos la han visto rondar por los alrededores. Con frecuencia Juan Luís y su novia salen a buscarla, sobre todo por las noches y altas horas de la madrugada; pero sin resultados por el momento. La echan mucho de menos y esperan que esté bien.
Dios los crea y ellos se juntan, según se dice. Parece que hay personas que han nacido para encontrarse gatos abandonados… y para lograr atraparlos. Porque son dos cosas distintas, que no siempre van juntas. Así que, como para contrarrestar un poco la merma de gatos que han tenido, José Luís y su novia hace poco lograron rescatar a dos nuevos gatitos. Uno de ellos con apenas un mes, que no saben de que forma milagrosa logró sortear las ruedas de un auto en marcha, no solo por su corta edad, sino porque estaba… ¡ciego! Tenía los ojos pegados por el pus producido por una fuerte infección ocular. Lograron curarlo; pero el animalito ya había perdido la vista. Le pusieron de nombre Lucky (Suertudo), y dicen que es increíblemente alegre y juguetón. Piensan darlo en adopción, aunque saben que por su condición no será fácil conseguirle un hogar.
El otro rescate ha sido una gatita a la que han llamado Moon y que Juan Luís considera casi como la reencarnación de su querida gata M. Pero esta hermosa historia merece un artículo aparte.
El gato de la foto es El Peluso, uno de los que reina a sus anchas en el huerto alrededor de la casa de mis padres, en Asturias.