La perra del parque Juan Carlos I

perro corriendoEn un artículo pasado, que titulé Un perro abandonado, hablé de una hermosa perra que vivía en el Parque Juan Carlos Primero, en Madrid, que había sido abandonada, y que evitaba el contacto con las personas. Las cosas han cambiado un poco, o mucho, según se lo mire.

Cuando estoy en Madrid, los sábados en la mañana acompaño a mi esposa y a nuestro hijo, quien va a montar bicicleta especial para discapacitados físicos, en las instalaciones que la Fundación También mantiene en ese parque. En una de esas visitas sabatinas, hace ya algunas semanas, volví a ver a la perra. La reconocí de inmediato, pero me sorprendió un detalle. Ella llegó con su trotecito ligero, siempre con prisa, pero con cara alegre, lo que ya era un cambio. Inspeccionó las instalaciones, dando un vistazo entre las bicicletas y otros equipos. Salió pronto y siguió a unas personas, buscándoles fiesta. Por un momento llegué a pensar que eran los dueños, pero la perra pronto los rebasó y siguió caminito adelante. Apenas me dio tiempo de enfocar la cámara y disparar.
Ya en la casa, con calma, comparé las dos fotografías y pude constatar que no me había equivocado. Se trataba de la misma perrita, pero el detalle que me había confundido era que ella ahora tenía colocado un collar, aparentemente antiparasitario.

El Sr. Carlos Corzo ―¿se acuerdan de El abuelo y Lucas, en un post anterior?― me sacó de mis dudas en un email que me envió. Me aclaró que a la perra la llamaban por dos nombres, Lola y Bambi. La paciencia y el cariño de las personas que, desinteresadamente, la han alimentado durante muchos meses, ha dado sus frutos. Ella ya se deja acariciar y no rehuye a la gente. Le han puesto un collar contra pulgas y garrapatas, aunque no se sabe como se resolverá lo de la vacuna antirrábica. El Sr. Corzo dice que algunas personas le llevan a Lola alimentos de muy buena calidad. Quizás por sea por eso que, a él, no le acepta parte del pan que lleva para echarles a los patos y peces del lago.

En realidad, como él dice, es una situación bastante peculiar, en la que no se sabe que hacer. Se ve que el animal está aparentemente sano, cuidado, limpio, bien alimentado y sobre todo libre. Carlos Corzo opina que si alguna persona adopta a la perra, debería ser un amante de la naturaleza, porque la perrita podría menguar de tristeza encerrada en un reducido piso. Habría de ser alguien que viviera en las cercanías de ese parque, y con disponibilidad del tiempo para llevarla a pasear todos los días, porque aquel es su mundo, el sitio en el que ella se encuentra bien. Además, no sobraría que fuera alguien que pudiera trotar junto con ella, o que la acompañara en bicicleta, porque a la perra le encanta hacer kilómetros, es muy activa. De no ser así, él piensa que es preferible que la dejen seguir con la vida que lleva, porque parece que le va muy bien.

Me parece que sus observaciones son sensatas. Pero no se, uno se lleva tantas gratas sorpresas con los animales. Quizás a la perra le convenga todo eso, o quizás se conforme con menos actividad y libertad, a cambio de un hogar, una familia estable, con el cariño constante y permanente de unos buenos seres humanos que la quieran.


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