En mi artículo anterior sobre este tema, y que titulé Paseando al gato, ya referí lo adecuados que son los gatos siameses para acostumbrarlos a ser llevados de una correa. Y también les referí la cara de asombro de las personas, ¿verdad?
Es una experiencia totalmente distinta a pasear un perro. Con un gato puedes tardarte media hora en esperar que inspeccione veinte metros, según el entorno, particularmente en los trayectos nuevos, porque tiene tantos olores que identificar, que no les cuento. Pero de estas cosas, quienes tienen gatos ya sabrán.
En Madrid, cuando no lo hacemos en los alrededores del edificio, que tiene buenas áreas para ello, solemos llevarla al cercano Parque de Breogán, donde suele ser todo un acontecimiento. Las salidas del bolso transportín son cautas, como todo lo que los gatos hacen. Hay que inspeccionar bien los alrededores, no sea que haya perros alocados cerca. Aiko no suele preocuparse por ellos, y yo tampoco, pero nunca se sabe cuando aparecerá un can gatofóbico.
Por supuesto que también tiene que inspeccionar lo alto de los árboles. Su instinto le dice que, si bien arriba de un árbol puede haber seguridad, también pueden haber otros depredadores, o ricas presas emplumadas.
Le llaman la atención las palomas. La primera vez que tuvo una lo bastante cerca, nos divertimos observando como Aiko se acercaba sigilosa, arrastrándose por la hierba, agazapada, siguiendo su instinto ancestral, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para la carrera final. La paloma no se hubiera salvado. Pero Aiko quedó frustrada, cuando el cordón de la nueva correa deslizante llegó a los tres metros, que es su largo máximo, y la detuvo. ¡No iría ella a creer que yo la iba dejar cazar la paloma!
Aún conservamos sus tradicionales correas cortas, para combinar con su arnés. Pero, finalmente, después de mucho buscar, conseguí un equipo de cordón extensible, muy poco voluminoso, diseñado para gatos o perros pequeños, que resulta mucho más adecuado para estos paseos. Lo hubiera preferido un par de metros más largo, pero me las arreglo con los tres que tiene.
Flores, gramíneas, ramas, piedras, lagartijas, piñones y todo lo que se cruza a su paso tiene que olerlo, y hasta masticarlo. Todo eso es necesario para sus futuras interpretaciones del entorno.
Pero el no va más de los paseos al parque es cuando la dejo subirse en algún árbol. Para su iniciación suelo elegir los que sean adecuadamente bajos e inclinados, por si acaso.
Desde esa elevada atalaya, Aiko suele quedarse observando el entorno. Parece que el mundo se ve mejor mientras mas alto subes. Pero lo referente a subir árboles lo dejo para un próximo post más ilustrado. Porque subirlos es fácil, pero bajar de ellos es otra historia muy difrente.
Es muy placentero pasear a un gato, pero les digo algo, hay que tener tanta paciencia como ellos mismos. No es como con los perros, que uno dice que sale a pasearlos y lo que en realidad hacemos es llevarlos con nosotros a donde queremos, y al ritmo que a nosotros nos da la gana. Con los gatos no. O vamos a su ritmo o mejor los dejamos en la casa.