Tres gatos silvestres

gato silvestre

Hace ya casi cuatro meses, durante una semana completa pude deleitarme observando a una gata montés, o silvestre, y sus dos cachorros. Meses antes, mi madre la había visto merodear por los prados cercanos a su casa. Si el animal la veía a ella, así fuera a treinta metros, se escondía de inmediato entre las hierbas y los matorrales.

Mi madre comenzó a dejarle comida en un muro que limitaba la propiedad. La gata pronto la detectó, comiendo cuando creía que nadie la veía. Con el paso de las semanas, el animal se fue acercando más a la casa, aunque manteniéndose fuera de los límites de la finca, pero ya no escapaba si mi madre la miraba desde cierta distancia.

Pueblo de montaña

Para que se den una idea del entorno en donde aquella gata se había criado, diré que mis padres, después de vivir muchos años en Venezuela como inmigrantes, regresaron a España. Previa estadía de algunos pocos años en la provincia de Toledo, hace bastante que volvieron a vivir al terruño, al pueblo de donde es mi familia materna, y en donde yo nací. Es un pueblito rural llamado Agüeria, sumido en una vaguada entre montes, a un kilómetro de Moreda, en el Concejo de Aller, cuenca minera del carbón.

Pueblo de montaña

Una de las tantas cosas buenas que puedo decir del lugar, es que se trata de un paraíso verde, como todo Asturias, como se puede ver en las dos fotografías que coloco. Pues en todos esos montes repletos de bosques y prados, en los que las casas se encuentran inmersas, abunda una rica fauna silvestre, incluyendo gatos.

gata silvestreAsí que, mi madre, que ya alimentaba a varios gatos realengos del vecindario, fue acortando la distancia con aquella gata silvestre, a medida que el sitio en donde le dejaba la comida fue estando más cerca de la casa. La gata terminó entendiendo dos cosas: cuales eran los límites, y que aquella persona no representaba ningún peligro para ella, por el contrario, la alimentaba.

Para ese momento, la gata mostraba signos de estar preñada. Eso debió influir en ella, para valorara que, una fuente segura de buen alimento, sin el esfuerzo de cazarlo, y un sitio protegido y cálido en donde tener a sus crías, eran dignos de tenerse en cuenta. Así que, gustosamente, se instaló en donde mi madre terminó por dejarle la comida, definitivamente. Era la casa de herramientas, que está varios metros detrás de la casa de mis padres y es poco frecuentada; que a la vez es trastero, taller ocasional de mi padre y da resguardo a la caldera de la calefacción central de gasoil.

La gata parió a varios cachorritos, muy similares a ella en las pintas, de los que terminaron quedándole dos. Todos ellos presentaron la misma característica materna, de una cierta deformación en una de las vértebras cerca de la punta de la cola, típica de los gatos monteses de estas zonas, según dicen.

dos gatos dentro de un toboLas primeras semanas permanecieron allí dentro protegidos, durmiendo en donde mejor les acomodase. Al anochecer, mi padre o mi madre cerraban la puerta, y solamente la gata podía entrar y salir por una alta ventana lateral, que ella vigilaba muy celosamente. Una de aquellas noches escuché los sonidos típicos de un gato advirtiendo a otro animal que se alejara, seguido de una escaramuza. A la mañana siguiente observé sangre en el piso, delante de la puerta de la casa de herramientas, pero no era de la gata ni de sus cachorros. ¡Menuda es una gata montés a la ahora de defender sus crías y su cubil!

dos cachorros de gatos silvestres

La semana en que yo estuve de observador, ya los cachorritos tenían días saliendo al pradillo que está entre la casa de herramientas y la casa de mis padres. Era un sitio seguro, cercado y resguardado, bien soleado y con muchos escondrijos. Ellos lo convirtieron en su patio de exploración y juegos silenciosos, porque jamás emitían sonido alguno mientras jugaban.

gata montes y sus cachorrosPude aprender bastante del comportamiento felino y de la forma en que madre e hijos se comunican, sin necesidad de sonido alguno. Utiliza movimientos y signos corporales, casi imperceptibles para uno.

gatos monteses jugando

Ella los vigilaba con un celo y una atención sorprendentes, constantemente, durante sus largas horas de juegos. En esos días, poco a poco, les iba permitiendo ampliar su área, dejándolos salir del pradillo trasero para pasar a explorar los laterales de la casa, el frente y la huerta.

Estos animales, en su estado silvestre suelen tener siempre varias crías, tres o cuatro en promedio. No hay que ser un gran entendido para darse cuenta de la importancia que tiene para los cachorros el poder contar con un hermano con quien, en sus juegos, practicar las habilidades que necesitaran siendo adultos, bien para enfrentar a un enemigo o para cazar su alimento. Esa compañía es tan importante para su equilibrio psicológico, que por eso soy contrario a tener como mascota a un solo animal, sea gato o perro.

En mi propia inmovilidad, necesaria para observarlos de cerca y tomarles fotos, logré que los gatitos se me acercaran en diversas oportunidades. Me aproveché de su curiosidad natural, particularmente por la cámara. Saltaron a mi lado, jugueteando, siempre bajo la observación atenta y algo recelosa de la madre, particularmente cuando yo agarraba alguno. Ella solamente se dejaba acariciar por mi madre, que al fin y al cabo era la alimentadora. Pero en uno de esos momento, yo aproveché y la agarré. Le ronroneé y noté su extrañeza. Era algo que ella no se esperaba de un humano. Logré que se quedara tranquila un rato.

Como dato curioso de su comportamiento, pude observar que, cuando mi madre hacía el intento de agarrar a alguno de los cachorros, la gata se interponía, echándose en el suelo, frente a los pies, panza arriba. Mi madre pensaba que la gata no quería que les hiciera cariño a los cachorros, sino solamente a ella. Pero se equivocaba en la interpretación de ese comportamiento. Con su actitud, la gata intentaba detener a mi madre, para que no agarrara a sus cachorros. Bien sabía que ya le habían quitado varios. Era como si le dijera: «Tócame a mi, acaríciame si quieres, pero deja a mis niños.»

gatitos subiendo a un posteFue mucho lo que los espabilados cachorritos evolucionaron en esa semana. Contemplé la forma en que, una vez que aprendieron a trepar postes, logró enseñarlos a subir al techo de la casa de herramientas. Fue evidente que teniéndolos allá arriba ella se sentía más segura por ellos.

La gata había decidido quedarse, definitivamente. Ella bien sabía que, a esa edad, estaban mejor allí, porque, en el monte, sus cachorros eran presas fáciles de otros predadores.


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