Un perro muy especial, y un gato.

Era un día del mes de Noviembre, que comenzó como cualquier otro. Cuando Reina Aguilar abrió la puerta a la novia de su hermano, no se podía imaginar que su vida iba a dar un vuelco. La muchacha llegaba con un gatito de unos tres meses. Lo había encontrado sentado a la puerta de una tienda, solo y triste. No parecía tener dueño, ni nadie sabía de su madre. Así que, sin pensárselo mucho, ella lo agarró y se lo llevó para ver si Reina lo quería cuidar.

Su esposo no tenía la menor idea de lo que era vivir con un gato, pero inicialmente lo aceptaron. El gatito resultó ser muy juguetón, y se entretenía horas correteando con una pelota. No se necesitó mucho tiempo para que se encariñaran con él y decidieran quedárselo, llevarlo al veterinario y darle el nombre de Morris.

Y sucedió lo que tenía que sucederles, que Morris se convirtió en el dueño y amo de la casa. No era un gato especialmente afectuoso, pero tampoco era agresivo ni tímido con los extraños. Por el contrario, en opinión de todos, era un gato con mucha personalidad y carisma. En resumen, era un auténtico gato.


Pero una vez que la vida de Reina y su esposo se había encarrilado según los gustos y los deseos del gato, ocurrió algo más, que habría de trastornarles la vida a todos, y en grado mayúsculo. Su hermano se apareció en la casa llevando una pequeña caja de cartón, y le dijo: «Necesito que me guardes esto, solo por unos días, porque tengo que trabajar esta semana y no tengo tiempo para resolverlo».

cachorro de perro MaltesCuando Reina pudo ver lo que había en la caja se sorprendió y el corazón le dio un vuelco. Su esposo se quedó como una estatua de piedra. Adentro había una bola de pelo enmarañado, de color blanco grisáceo, que correspondía a un perrito Maltés. El animal estaba profundamente dormido por haber sido sedado, y tenía las patas llenas de vendajes con manchas de sangre. Al explicarle su hermano que se trataba de un perro utilizado para experimentación quirúrgica, a Reina el alma se le terminó de venir al suelo. Su esposo se puso más pálido y frío, si es que era posible.

Aquel era uno de los animales de experimentación, utilizados por los alumnos de la facultad de medicina en la universidad. Después de múltiples prácticas hechas en él, a ese Maltés lo habían dado ya por inútil y lo habían desechado, destinándolo a ser «dormido» definitivamente. Su hermano lo había rescatado, sin saber bien lo que haría con el animal.

Al escuchar todo el sufrimiento por el que, aquel indefenso ser vivo, había pasado, quien sabía durante cuanto tiempo, utilizado una y otra vez en prácticas de cirugía, a Reina se le formó un nudo en la garganta y no pudo decir nada. En ese momento pasó de todo por su mente. No podía creer que hubiera sido criado con aquel inhumano y cruel propósito. Pensó que alguna vez tuvo una familia amorosa que lo quiso y lo cuidaba, pero que lo habían extraviado, o se lo habían robado. Porque, de otra manera, le resultaba incomprensible e inaceptable. Solo con pensar por todo el dolor y sufrimiento que aquel ser había pasado durante meses, metido en una pequeña jaula sin poder moverse, sedado entre cirugía y cirugía, y soportando los dolores de las recuperaciones, le resultaba casi insoportable.

No pudo decirle que no a su hermano. Ella y su esposo aceptaron cuidarlo por unas semanas, mientras se curaba de la última experimentación y mejoraba algo como para poder darlo en adopción.

Como el perro seguía dormido en su cajita de cartón, su esposo acercó a su gato Morris, para que lo viera y oliera, y así observar su reacción. Pero en contra de lo que esperaban, el gato mostró temor y maulló amenazador, a la defensiva. En vista de aquello, el hombre no quiso aceptar al perro dentro de la casa, a fin de evitar confrontaciones con el gato. Debido a ello, el perro fue acomodado en la terraza. A Reina no le agradó la idea de dejar al perro afuera, pero de momento no encontró otra solución.

Al día siguiente el Maltés se despertó y le procuraron comida y agua. Lo llevaron al veterinario, y para la ficha le dieron el nombre de Randal. Además de serle atendidas las heridas producidas por las cirugías de prácticas, fue desparasitado, vacunado, bañado y acicalado, hasta que surgió el hermoso color blanco de un verdadero perro Maltés. Tenía unos ojos negros muy expresivos. Resultó una criatura adorable.

Fueron pasando los días, que al acumularse se convirtieron en semanas, y el perrito fue mejorando, pero Morris seguía sin aceptarlo dentro de la casa. Si el perro se le acercaba, él le bufaba y lo arañaba. Randal no ladraba, no se quejaba ni defendía de aquellos ataques, solo daba media vuelta y salía de nuevo a la terraza, quedándose allí afuera, resignadamente. Era indudable que comprendía la situación y la aceptaba, sabiendo, por amarga experiencia, la inutilidad de intentar alguna protesta. Y así, si Randal entraba en la casa y Morris se le cruzada, el perrito daba la vuelta, sin que le dijeran nada, y salía de nuevo a su terraza, que ahora era su mundo, pero infinitamente más grande que la jaulita en donde había vivido encerrado en la universidad.

Pero el Creador Supremo nos da lecciones de vida a todos, humanos y animales. Y ocurrió que un día Morris salió de la casa, como otras veces hacía, pero no regresó. Y eso era sumamente raro en el, que no solía ausentarse por más de dos horas. Y llegó la noche sin que el gato apareciera, y luego transcurrió el día, y después otro más, sin que Morris se presentara ni supieran de él. Salir a buscarlo era poco menos que imposible debido a la fuerte lluvia de la temporada. Temían que hubiera sucedido lo peor. Randal les hacía compañía, pero ni Reina ni su esposo podían dormir.

Al tercer día de ausencia era domingo; la lluvia aún no paraba, aunque había amainado algo. Su esposo decidió salir a dar un vistazo, pero solamente había agua y soledad. Algo más tarde creyeron escuchar débilmente un maullido. Salieron a la puerta y, fijándose bien, su esposo logró ver al gato bajo un árbol que estaba en la calle, junto a la entrada hacia la casa. Estaba tirado en el suelo encharcado, estirado, sin lograr moverse, completamente mojado y muy sucio. Debió haber estado allí quizás durante horas, hasta que lo escucharon. Tenía una pata trasera fracturada, quizás por el arrollamiento de un auto. Dedujeron que el gato se había arrastrado hasta allá, desde donde quiera que le hubiera ocurrido aquello.

Lo metieron dentro de la casa y lo depositaron en el suelo, mientras buscaban con que limpiarlo y secarlo. Randal se le acercó, lo miró con sus inteligentes y expresivos ojitos negros, y pareció comprender el sufrimiento por el que el gato estaba pasando. Lo olfateó y comenzó a lamerlo cuidadosamente, intentando limpiarlo. Morris ya no manifestó miedo de Randall, ni le bufó ni maulló airado. No dijo nada y se dejó hacer.

Morris no pudo caminar durante varias semanas. Comía apenas, con gran dificultad, y le costaba mucho trabajo evacuar. Pero durante todo el tiempo de su convalecencia Randal estuvo a su lado, solícito, atento y servicial. A cada momento se le acercaba, lo olisqueaba y examinaba, lo miraba con detenimiento y le daba algunas lamidas. A veces, como para infundirle ánimos, correteaba alrededor de él, invitándolo a jugar.

Observando aquel comportamiento, Reina y su esposo estaban asombrados. No tenían experiencias con animales, y no se explicaban que Randal, viendo a Morris desvalido, no tomara ventaja de todas las veces que el otro lo había agredido y rasguñado. El pequeño perrito les mostró que tenía un corazón más grande que él mismo. Porque él sabía muy bien lo que era el miedo y las cosas que nos obliga a hacer. Así que no tomó en cuenta aquellos arañazos, ni los bufidos y soplidos del gato; ni tomó en cuenta las veces que, por su culpa, había tenido que estar afuera, en la terraza, pasando el calor agobiante de las tardes y soportando el frío de las noches, acurrucadito en un rincón, solo, triste y aislado. Porque él sabía mucho de aislamiento, soledad y tristeza.

Randal, en su aguda sensibilidad animal, a pesar de que aquellos humanos le daban preferencia al gato, relegándolo a él, sentía que era bien tratado en aquel hogar, y que ya nadie lo pincharía, inyectaría ni sedaría más; ni lo cortaría y cosería una y otra vez. Parecía entender, y muy bien, además, que Morris estaba enfermo y angustiado, y sabía que sufría, que necesitaba aliento y compañía. En aquella casa, si alguien había que supiera bien lo que era la soledad, el abandono, el rechazo, la tristeza, el encerramiento, el dolor y el sufrimiento constantes, y también de la sinrazón humana, era precisamente él. Pero Randal no es de los que pagan con la misma moneda, y si alguien lo necesita acude sin esperar a que lo llamen.

Por aquella circunstancia creada por el destino, la relación entre Morris y Randal tuvo borrón y cuenta nueva. Empezó nuevamente, desde cero, y con buen pie, desde el momento en que Morris llegó mojado y herido. El gato permanecía en el suelo, tendido sobre su alfombra, manteniendo estirada su pata enyesada, y cuando Randal se le acercaba, él estiraba sus manos buscándolo, como diciéndole: «Ven, amigo, estoy enfermo, adolorido y asustado; te necesito, no te vayas, no me dejes solo». Y el perro, solícito acerca su hociquito a él, respondiéndole en el lenguaje que los humanos no entendemos: «Aquí estoy, amigo mío, ten ánimo que esto pasará y pronto estarás sano, corriendo y jugando conmigo, que yo también te necesito«.

Morris y Randal son ahora amigos inseparables, que juegan juntos y se hacen mutua compañía. Cada cual tiene lo que tanto necesitaba: la comprensión, el cariño, la amistad, la compañía y la seguridad de alguien cercano, aunque sea de distinta especie animal. Para el gato Morris, que lo recogieran de la calle fue una oportunidad de vivir mejor. Para el perrito Randal, aquel hogar fue una segunda oportunidad, la de vivir con unas personas amorosas y comprensivas, en lugar de terminar en el incinerador de la universidad.

Reina Aguilar dice:

Es impresionante ver como los animales son felices por completo. Ellos no conocen la venganza ni el rencor. Los humanos seríamos mucho más felices si actuáramos así, porque no nos carcomería el alma guardando rencores ni buscando venganzas. Esta experiencia que hemos tenido con estos dos animales nos ha cambiado la vida a mi esposo y a mi. Hemos aprendido que las cosas más sencillas pueden hacer un mundo de diferencia.


Notas:

Perro Bichón MaltésEsta historia proviene de un comentario que me vi precisado a borrar del blog, por estar en un sitio inadecuado y por no ajustarse a las normas de participación en los comentarios, debido a su gran extensión y otros detalles. Pero, por su importante contenido, como ahora ya comprenderán, decidí incluirlo como un post, y en esta categoría de Historias de Amor, además de Comportamiento animal. Yo la considero una historia de amor por partida doble.

Es indudable que las dos adopciones que la Sra. Reina Aguilar y su esposo hicieron, fueron motivadas por la compasión hacia dos animales, cada uno más necesitado que el otro. Pero lo que le da plena cabida en esta categoría, es el otro acto de amor, el más relevante e impactante, -a mi juicio- el que realizó el Bichón Maltés, el perrito llamado Randal, al ver el dolor y el sufrimiento del gato Morris, su consecuente opositor. Randal tuvo ayuda para sus aflicciones y un hogar cuando más lo necesitaba, y no dudó ni un momento en darle su apoyo a quien también lo estaba necesitando. Porque los actos de amor no son exclusivos del ser humano, y entre los animales se dan mucho más de lo que imaginamos.

Si alguno de los lectores tiene familiares que han estudiado o están estudiando veterinaria o medicina, pregúntenles como hacen para practicar las cirugías que necesitan para desarrollar sus habilidades. Porque sobre cadáveres se pueden practicar ciertas disecciones y otras cosas, pero no verdaderas cirugías. ¿No habían pensado en eso?

Estas fotografías no corresponden a Randal, y las coloco a título ilustrativo para quienes no conocen la raza. Al Maltés se le denomina, quizás más apropiadamente, Bichón Maltés, raza de origen italiano. Dentro del grupo de los bichón se encuentran: el Maltés, el Boloñés, el Bichón de pelo crespo o Bichón Frisé, y el Habanés. En esta página web podrás ver esta preciosidad de animales, y enterarte de sus interesantes orígenes como perro de utilidad y compañía.


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