Blue, me llamo Blue

una gata rayada gris

«Estoy segura de que si pudiera hablar, BLUE relataría su vida de una manera casi idéntica a como la he expuesto en este pequeño libro. Evidentemente, ella podría aclarar muchísimo sobre sus frecuentes escapadas que tantas veces me tienen preocupada, y contaría un sinfín de aventuras que desconozco.   Todo lo que narro es verídico, esta es la historia real de una gata actual.»

Así comienza M. Pilar M. Alonso su hermosa historia sobre una gata adoptada después de ir de un extremo a otro de España, a la que le pusieron por nombre Blue. Es una deliciosa narración que deja traslucir perfectamente el espíritu observador de la autora con respecto a la naturaleza en general y, en este caso, al comportamiento de los gatos y su intento de interpretarlo y plasmarlo en forma de sentimientos humanos.

Refleja también las buenas relaciones que pueden surgir entre perros y gatos, cuando no tienen a ninguno de su especie. En esta historia me parece que se muestra muy bien mi tesis, tantas veces sostenida en este blog, de que, por mucho amor que queramos darle a un animal, nunca podremos sustituir la compañía que le hará otro animal con el que desarrolle afinidad, aun cuando no sea de la misma especie.

Espero que disfruten del relato que hace Pilar.

casa de campo en Asturias

Nací en una casa de aldea de Asturias. En aquel paradisíaco lugar nos cuidaba un matrimonio muy responsable y cariñoso.  Allí crecí hasta los tres meses y medio, jugando con mis dos hermanos, en un lugar verde rodeado de árboles, sin ninguna preocupación ni temor. Rondaba por allí un perro de caza que no nos hacía el más mínimo caso,  tan sólo era un elemento móvil del paisaje.

Los días transcurrían felices hasta que, cuando apenas tenía 3 meses, se llevaron a mis hermanos y me quedé sola con mi madre que empezó a  hacer su vida casi como si yo no existiera. Nos había enseñado a lavarnos, a cazar, a subir a los árboles…  ya se suponía que debíamos ser  independientes. Mis hermanos tal vez lo fueran, pero yo aún no. Los echaba de menos, añoraba  nuestros juegos, nuestras peleas cariñosas y los mimos de nuestra madre. Mis cuidadores jugaban conmigo y me mimaban, pero no era lo  mismo.

Un día, sin saber por qué, me encerraron en una jaula y  me subieron al coche en el que ellos se iban a menudo de allí, volviendo  más tarde de no sé dónde. Intrigada y algo nerviosa pasé muchas horas, pero confiaba en los únicos humanos que había conocido hasta ese momento. Estaban conmigo, me iban hablando y su tono de voz me tranquilizaba.  Después de un tiempo que se me hizo larguísimo, bajamos del coche, me sacaron de la jaula, y me pusieron en brazos de una persona parecida a mi cuidadora.

La veía contenta y feliz de tenerme, me hablaba sin parar  y me besuqueaba. Yo aún no lo sabía, pero ése iba a ser mi nuevo hogar… había ido a parar muy lejos, nada menos que a Villena, Alicante.

Por fin me posaron en el suelo. Todo olía distinto y todo era nuevo, empecé a investigar, a reconocer el nuevo lugar. Todo iba bien hasta que vi un perro que me observaba. Me asusté, pero él ni se inmutó, no se movía,  sólo me miraba.

Recordé aquel ser que formaba parte del paisaje de mi casa natal, pero éste no daba la sensación de formar sólo parte del paisaje, éste me miraba  y yo no sabía por qué. Por primera vez en mi vida  sentí miedo, ¿representaría una amenaza para mí?

Esa noche dormí dentro de la casa, me pusieron una camita con comida y bebida al lado y pasé así mi primera noche lejos de mi madre. Me sentía indefensa, llena de intrigas y de temores. Empezaba mi vida de adulta, tenía que demostrarme que realmente ya era independiente y sobre todo, tenía que ser fuerte.  A la mañana siguiente, después de otra sesión de mimos humanos, me dejaron de nuevo salir al jardín. Era bonito, aunque no tan grande como el de mi infancia y totalmente diferente.  No reconocía las fragancias que percibía, todo olía distinto. Los aromas de eucalipto, roble, manzano y castaño, no me llegaban, sólo respiraba perfume de los árboles entre los que más adelante jugaría: pinos, moreras, sauces y cipreses.

Busqué desesperadamente a mi madre con la mirada pero no la encontré, aunque sí estaba ese perro que seguía mirándome fijamente.

Con más curiosidad que desconfianza  fui husmeando por todo el territorio, durmiendo por las noches  dentro de casa y haciéndome poco a poco la dueña del jardín durante el día. El perro, aunque seguía vigilándome, se paseaba cerca de mí pero  sin acercarse más de lo que yo podía considerar peligroso. En poco tiempo me integré totalmente  en aquel lugar.

Cuando se fueron mis primeros cuidadores, yo ya le había tomado cariño a la besucona; se llamaba Pilar, y ella a mí, tras  un pequeño debate familiar, me llamó BLUE.

Después de haber estado reduciendo poco a poco la distancia con el perro durante este periodo de adaptación, me armé de valor y me acerqué hasta olerle el hocico. Fue un momento temido pero necesario, él parecía estar esperándome. Lo repetí varias veces hasta que me convencí de que no me haría daño y me quedé junto a él. Necesitaba algún gato para sentirme bien, pero como no lo había, mi necesidad de compañía me hizo superar mis temores e intentar hacer amistad con ese ser extraño, que no se me acercaba si yo no lo hacía, pero que seguía mirándome casi de continuo.  Me lo puso  muy fácil, él  deseaba tanto como yo el tener a alguien cerca, y así fue como conocí a HUGO, un cocker blanco y negro, bonachón  y tranquilo, que se convertiría en mi mejor amigo.

II-HUGO Y YO

Un perro coker y una gata rayada

No sólo perdí el miedo a mi perro, sino que nuestra relación se fue estrechando cada día más, no me despegaba de él y hasta  descansábamos juntos en su caseta. Mi cuidadora  me creyó capaz de desenvolverme bien bajo la vigilancia de HUGO y empezó a dejarme libre las 24 horas. Empecé así a disfrutar más tiempo de su compañía, descubriendo con él la oscuridad, la vida nocturna y los misterios de la noche.

Él me aportaba una seguridad total, sustituyó por completo a  mi madre con su protección, a mis hermanos con nuestros juegos y a todo lo que pudiera desear tener.

De  nuevo  no temía a nada ni a nadie, HUGO estaba siempre ahí velando por mi bienestar.

(…)

Puedes descargarte la historia completa, ilustrada con fotografías, en el siguiente enlace:
Me llamo Blue

Quedo muy agradecido a Pilar Alonso por haberme hecho llegar, para su divulgación, esta historia con la que mucho he disfrutado.

Esta entrada ha sido publicada en Gatos, Historias de amor, Perros y etiquetada como , . Guarda el enlace permanente.