Café, croissant y ratón para el desayuno

Gato

Mi esposa y yo estábamos desayunando. Escuchamos el suave maullido, seguido de nuestro gato Rufo que saltó a la mesa. Se fue al otro extremo, dejó el ratoncillo que llevaba en la boca y se tumbó a observarnos. Afortunadamente, el roedor ya estaba muerto.

Mi esposa y yo nos miramos, agarrados por sorpresa, pero no hubo ningún aspaviento por nuestra parte. A estas alturas de la vida se necesita bastante más que eso. Le dijimos a Rufo las cosas de costumbre, en el mismo tono mimoso de siempre, y añadimos todo lo buen gatito que era por haberlo cazado y compartir su comida con nosotros.

¿Les parece un comportamiento anormal por parte del gato?

Pues no lo es, en absoluto. En nuestro caso, el gato es parte de la familia, y solemos ser nosotros quienes lo alimentamos y cuidamos. Pero él, con su instinto, sabe muy bien lo poco capaces que somos los humanos como cazadores. Además, bien se lo demostré yo, el día en que intenté atrapar a un ratón que estaba encerrado en el trastero de las herramientas de jardinería, y se terminó escapando. Por eso, en ocasiones, él quiere contribuir, ayudándonos. ¿Y qué mejor manera para mostrarnos su cariño y valía, que alimentándonos con lo que caza?

Puede que tu gato no haya llegado a un caso como este, pero, a menos que lo tengas encerrado en un apartamento, quizás si que te has encontrado con ratones muertos, o parte de ellos, por algún lado de la casa. No es que tu gato sea un descuidado con su comida, sino que te está dejando parte de ella para ti. Lo peor es cuando llega con alguno vivo, y se pone a jugar con él. De tanto en tanto se le termina escabullendo uno por debajo de algún mueble y, entonces, durante un cierto tiempo tenemos un usped más en la casa, hasta que Rufo completa su trabajo.

Si les llega a suceder algo así cuando estén en la mesa, y tienen el estómago delicado, háganse de tripas corazón y miren para otro lado, pero no regañen a su gato por el regalo que les trae. De hecho, nunca lo regañen ni griten, porque ellos no entienden de reprimendas. Es preferible que lo recompensen cuando se comporte según ustedes quieren. Luego, cuando hayan terminado su café con croissant, churros, bollería, huevos con jamón, pabellón criollo o lo que sea que desayunen, pueden quitar el ratoncillo y darle una buena sepultura. Quizás les resulte asqueroso, pero sabrán que tienen un gato que los adora y cuida.

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