Estamos en pleno otoño y las temperaturas cayendo y lanzados para el invierno. Estas son las épocas del año en que muchos dueños de perros comienzan a reflexionar sobre la elección que hicieron meses antes.
Durante los largos y cálidos días de verano no había problemas en sacar al perro para que hiciera sus necesidades y algo de ejercicio. Pero cuando tienes que enfrentarlo a golpe de la media noche invernal, lloviendo, nevando o con temperaturas en el cero o por debajo, las cosas cambian terriblemente y borran la sonrisa de cualquiera. Ahí tendrás tu verdadera prueba de amor por tu animal.
En ese escenario, muchos se preguntarán por qué en vez de un enorme San Bernardo o un Terranova, un gran Golden Retriever o un Labrador Retriever, un boxer o un pastor alemán, no eligieron un pequeño buldog francés, un Schnauzer miniatura, un Jack Russell Terrier, un minúsculo Chihuahua o un Yorkshire Terrier. Porque son perros que, en esas eventualidades, puede enseñárseles para que hagan sus pequeñas deposiciones sobre unos periódicos o incluso en una caja de arena como los gatos. Y no faltará el que llegue a pensar que mejor hubiera elegido eso… un gato, que no hay que sacarlo.
Pero ya decidido que tu mascota será un perro en lugar de un gato, hanster, loro, iguana o peces de colores, el asunto es que la compra del animal no es, o no debería ser, una acción impulsiva y visceral, solo por que te gustó cuando lo viste en la vitrina de la tienda y tu hijo menor y tú se enamoraron de él.
Por otro lado, a menos que tu criatura sea uno de esos contados y extraños niños o niñas cerebrales que cumplen con las responsabilidades que asumen, nunca, pero nunca creas en sus palabras cuando te digan que ellos se ocuparan de alimentar y sacar al perro, porque es mentira, sobre todo lo de sacarlo, aunque no estén mintiendo en ese momento sino pensando que realmente lo harán. Y eso los sabes tú bien. Porque teniendo que levantarse a las siete o siete y media de la mañana para llevarlos al cole, bastante logras si consigues que desayunen algo y se amarren los zapatos, por lo que no podrán encargarse de sacar el perro a esas horas. Ni tampoco lo harán en la noche, si tienen que estar en la cama a las nueve.
Además, si piensas que puedes lograr que, con la puntualidad de un reloj cronómetro, un perro resuma sus necesidades fisiológicas de orinar y defecar, ajustándolas a tus necesidades personales de poder atenderlo solo dos veces al día, te darás con la pared en las narices, hasta sangrar. ¿O acaso tu meas solo dos veces al día? ¿Y acaso orinas la misma cantidad de veces en el verano que en el invierno? Sabes bien que eso va en función de la cantidad de líquido ingerido, entre otras cosas.
Y si también crees que llevar al perro “afuera” llegado el momento, no es más que abrir la puerta y el chucho hará sus cosas en el primer sitio que encuentre, es porque nunca has tenido uno. Ya me dirás cuando después de cuarenta y cinco minutos dando vueltas con un frío que te cagas, el animal aún no encuentre un olor que lo provoque y tú, con tu catarro a cuestas, tengas los mocos ya congelados.
Considero que decidir la raza y tamaño del perro que se va a adquirir exige un análisis tan minucioso, como decidir el coche que nos conviene: tipo, tamaño, brío, potencia, combustible, consumo, prestaciones, mantenimiento, etc.
Si eres un deportista que gusta de salir, tan puntual como un monje, todas las mañanas a correr en el parque antes de irte a trabajar, y también en las tardes, pues mira, puedes comprarte un galgo, un dálmata, perros ovejeros, un enérgico perro cobrador o incluso un perro de tamaño mediano-pequeño como un Beagle o muchos terriers, que te agradecerán el ejercicio y tendrás un excelente compañero. Pero no te servirá un buldog ni mucho menos ese adorable salchica de ojos melancólicos.
Si solo sales a correr o montar bicicleta los fines de semana, quizás alguno de los muchos terrier pueda venirte bien. Pero si ya tienes cierta edad o eres de los que tu deporte favorito es el sofá frente al televisor o el dale que te pego a los juegos en el ordenador, búscate un perro de poca energía, tranquilo y reposado, que adore un sitio a tu lado en el sofá y puedan bastarle los dos paseitos diarios alrededor de la manzana; pero no cometas la locura de querer un Border Collie, un Akita o un Malamute de un criadero de perros para competencias de trineo.
Una vez bien seguro de la raza, tamaño y temperamento del perro que te gusta “y te conviene”, si lo estás comprando cachorro directamente a un criador reconociedo, podrá asesorarte en cual de los individuos de una camada tiene el nivel de energía adecuado para ti. También podrán aconsejarte en esto si estás rescatando al animal en alguna perrera o sociedad protectora, porque ya los han evaluado. Pero difícilmente te podrán orientar en eso si lo estás comprando en una tienda de venta de mascotas, en las que, salvo excepciones, no tienen ni idea de los antecedentes del animal.
Ya sabes, si quieres tener un perro feliz y disfrutar de él, elígelo inteligentemente. Seguro que habrán menos perros abandonados.