bañando al gato

Gato después del baño

Bañar a un perro es un juego de niños. Pero a un gato es algo muy distinto.

Hoy ha sido día de baño para mi gato Rufo. Nos encerrados en la ducha, dos barcales (poncheras) con abundante agua tibia, champú para gatos, dos toallas grandes y una buena dosis de paciencia y, sobre todo, cariño y comprensión.

No se hasta donde se escucharán sus maullidos lastimeros. Pero las cosas no pasan de ahí, y de algunos intentos inútiles de abrir la puerta de la ducha para salir. Quizás a otros les resulte poco menos que una odisea, pero bañar a Rufo es divertido para mí. Al final, yo termino sin un solo rasguño, -mi gato me quiere de verdad- aunque empapado por completo, y él termina fresquito y limpio.

Gato lamiéndose después del baño

Una vez secado lo mejor posible -solamente con las toallas, sin secador- y lo dejo libre, el se escapa hasta el sol, sacudiéndose las patitas a cada paso, y se da las primeras lamidas para acicalarse, mientras se va desestresando. Penélope, mi perra boxer, lo ayuda con alguna lengüeteada adicional. Luego Rufo viene para que yo lo termine de cepillar.

Primero uso un rastrillito para gatos, de esos que tienen muchas cerdas un poco curvaditas, de alambre suave, que resultan óptimas para quitarle todo el pelo suelto, que suele ser bastante. Con eso se evita que el gato se lo trague y puedan formársele nudos o bolas de pelo en los intestinos, cosa que pudiera trancarlo y enfermar. Luego termino con un cepillo de cerdas suaves. Por sus ruidosos y efusivos ronroneos se que le ha gustado. Finalmente, un nuevo collar antipulgas. Esta vez solamente conseguí uno de color verde chillón.


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