La gata Rungocha

Una gata blanca y grisSi vives en una ciudad de la orilla del Pacífico, en el mexicano Estado de Novaloa, pero a 20 kilómetros de la costa, los veranos pueden llegar a ser terriblemente calurosos, como aquel día.

Igual que tantos otros días, Joshua pasaba por las inmediaciones de un ingenio azucarero, camino a casa. Tomaba un sorbo de la botella de refresco bien helado que llevaba en la mano, cuando se detuvo al escuchar algo. Vio en el suelo el bultito de un gatito, que parecía abandonado, y maullaba de forma bastante fea. Lo examinó. Era una pequeña hembrita, a la que apenas le estaban saliendo los dientecitos.

Sin saber que hacer, se quedó unos momentos con ella en la mano, esperando a ver si el animalito se calmaba en sus lamentaciones. La gatita sintió la condensación externa de la botella de refresco y comenzó a lamerla de manera desesperada. Entonces Joshua entendió; ella estaba sedienta, así que dejó que lamiera la botella hasta que pareció calmarse algo.

Él tenía que seguir su camino, así que la dejó en el suelo y se alejó. Miró hacia atrás y se sorprendió al ver que el animalito lo seguía cuan rápido podía, bajo aquel sol inclemente. Pero él siguió caminando, hasta que llegó a un crucero en el camino. Era un peligroso lugar de tránsito de automóviles y su conciencia le gritó. Observó que la gatita aún venía detrás de él, con síntomas de acaloramiento, otra vez. Estaba seguro de que si ella continuaba siguiéndolo moriría atropellada al intentar cruzar. Su corazón ganó aquella batalla. Tomó al animalito en sus manos y lo llevó consigo.

Sucedió lo que suponía, el regaño de su madre por llevar animales a casa, pues ella ya no quería tener gatos ni perros. Sin decir nada, Joshua dejó a la gatita en el suelo, y ella salió a la carrerita en dirección hacia su madre, como si la conociera de toda su corta vida. Aquello ablandó el corazón de la mujer, que accedió a que la gatita se quedara. Desde entonces, hace ya seis años, la gatita Rungocha no se ha separado de Joshua y su madre, quienes tampoco se han arrepentido de haberla adoptado.

Cuando Joshua se va para clase su gata lo sigue hasta las afueras de la colonia (barrio). A su regreso, él siempre dedica un buen rato a jugar con su querida Rungocha, que lo está esperando. Los sábados, los dos suelen salir a caminar un poco por los alrededores.

Otro hermoso ejemplo de un par de buenos corazones.


Esta entrada ha sido publicada en Adoptados y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.