Aullando por tus animales perdidos

Lobo aullando en el bosqu

Cuando mi gato Mínimo vivía, uno de los sitios externos en donde le gustaba meterse a dormir, era un espeso macizo de flores en al jardín trasero. Cuando yo llegaba a casa y abría el portón del garaje, mi perra boxer Penélope venía a mi encuentro, saltando de alegría, contoneándose y torciéndose toda. Sin embargo, su hermana Montserrat iba hacia atrás. Buscaba al Mínimo en su macizo favorito, o por sus otros sitios de costumbre, para avisarle que yo había llegado. Después que el Mínimo murió, Montserrat siguió manteniendo ese mismo comportamiento, buscándolo. Ella nunca comprendió que su querido y dulce gato no volvería.


dos perras durmiendo juntas

Después de compartir ocho años de vida, siempre juntas desde el nacimiento, Penélope solo supo que un día me llevé a su hermana Montserrat al veterinario, como ya había hecho otras veces. A raíz de su enfermedad había estado llevándola y trayéndola, dejándola hospitalizada dos o tres días cada vez. Pero, tras una larga, dolorosa e infructuosa lucha por vivir, descansó para siempre. Penélope nunca entendió que, aquella última vez, Motserrat no regresara más, aunque si notó mi tremenda aflicción, y estuvo intentando consolarme.

Después de esperar por casi dos semanas, Penélope comenzó a aullar al anochecer, junto a la puerta del garaje, mirando hacia la calle. Era una mezcla entre aullidos y ladridos, entrecortados e insistentes, que podía durar más de una hora, muy lastimeros, tanto que los vecinos dijeron que les sonaba a llanto. Creo que ella, por instinto ancestral, llamaba a su hermana, quizás considerándola perdida durante una larga y lejana cacería, y esperaba que guiada por sus aullidos regresara a la manada, que apareciera saltando y meneando su rabito cortado, restregándose una contra la otra, para volver a corretear y jugar juntas, nuevamente.

perro boxerDurante mis largas ausencias, en las que Penélope se queda sola en casa, ella aúlla todas las noches, llamando a su hermana. Aunque cuando yo esté, ella lo hace de vez en cuando. Me parte el corazón escucharla, porque, en mi interior, se despierta ese atavismo salvaje que todos llevamos dentro, y yo también aúllo junto con ella.

Los humanos podemos ser una enorme compañía para un animal, tanto como él lo puede ser para nosotros, pero estar con otro de su misma especie es algo que nunca podremos sustituirles.


Imagen de portada sacada del artículo: Aullando que no hay luna

Actualización 14-10-2007: he añadido la foto intermedia, en donde están las dos boxer. La he encontrado recientemente y me ha parecido adecuada para ilustrar el grado de cercanía que tenían esas dos hermanas.


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