En mi entrada anterior hablé sobre la factibilidad de entrenar a cualquier gato para llevarlo de paseo, sujeto a una correa. Si, como si fuera un perrito. Y mencioné también la conveniencia de un bolso transportín adecuado para esos desplazamientos, y donde el gato pueda refugiarse cuando lo considere adecuado.
Con fecha 25 de julio de 2007, en el post titulado: El nuevo trasportín de Aiko, me referí al nuevo bolso de transporte (transportín o kennel) que le habíamos comprado a la gata siamesa de mi hija mayor, para cambiar el anterior de tipo rígido. Fue un intento para ver si lográbamos cambiar la actitud negativa que, después de su operación de esterilización, ella había comenzado a presentar cada vez que la llevábamos al veterinario, problemática que describí en el post: Temor al veterinario.
Los problemas con Aiko y el veterinario no se han podido solucionar, lamentablemente, pese a todos nuestros mejores esfuerzos por hacerle olvidar lo que hubiera sido que le ocurrió en su relación con ellos. Pero la adquisición de ese modelo de bolso de transporte fue todo un acierto, porque nos dio más flexibilidad de uso para diversas situaciones que los kennels rígidos, como sacarla de paseo o llevarla viajes y trayectos cortos, como ilustré en otros dos posts: Un gato en el árbol y De paseo con el gato.
Con respecto a este tipo de bolsos y a la peculiar experiencia que es pasear a un gato, en comparación con un perro, en un comentario del post «De paseo con el gato», la señora Gladys Torán refiere su nueva experiencia en este arte, y lo conveniente que este tipo de bolsos de transporte le ha resultado. Así que, para quienes quieran intentar disfrutar de su gato un poco más, y ofrecerle nuevas experiencias sacándolo de paseo, les dejo a continuación la invaluable aportación de esta lectora y su gata: Nuka. Espero que les sea de utilidad.
Inicio del texto de referencia:
Este verano Nuka cumplió 3 meses, y decidí que me la llevaría de vacaciones al chalet que mis padres tienen en el campo. Allí, con mucha paciencia por parte de las dos, le enseñé a que paseara con calma, (es super juguetona), a que no se asustara con ladridos de perros, y que confiara en que a mi lado estaba segura; a que obedeciese a mis NO y no siguiera tirando de la correa, a que aprendiese a desliarse ella misma si la correa se enganchaba en una hierva (esto cuesta mucho, pero os aseguro que lo aprenden), y todo en 15 días. Son super inteligentes.
Por mi parte, yo aprendí algunas cosas también, como que el ritmo de pasear de un gato es SU RITMO, no el mío. Aprendí a disfrutar del paseo tranquilamente, aprendí que sacar un gato a pasear no es para que haga sus necesidades, ni es por mi interés (como sucede con un perro), es porque un gato es un animal y como tal NO ENTIENDE que si no le permitimos salir es por su seguridad. Ellos no entienden porque, al mirar a la calle desde la ventana o balcón, el resto de personas, perros y otros gatos se pueden mover por allí bajo, mientras ellos solo pueden mirar.
Yo creo que el gato que no tiene esa curiosidad es porque ya está demasiado domesticado y ha perdido esa curiosidad innata de un felino, (que los hace tan únicos y adorables) o porque así lo heredó de la educación de su madre gata, o porque resultó el más miedoso de su camada y siente que dentro del hogar se encuentra protegido. No malinterpreten mis palabras. Creo que igual que hay miles de caracteres diferentes en las personas, también las hay en gatos, y lo que a algunos le encanta a otros les atemoriza. Cada persona debe conocer a su animal, hasta el punto de saber si es conveniente o no el que salga de casa, (pero sin dejarse llevar por los propios temores).
En estas vacaciones, en aquel ambiente campestre, con mucha paciencia y comprensión de por medio, Nuka y yo nos fuimos conociendo y entendiendo. Ahora, ya de vuelta, paseamos juntas por Valencia (España). Hasta el parque la llevo dentro del bolso, con la correa y el arnés puestos. Una vez allí la saco y llevo de la correa. Recomiendo que busquen parques cerrados, de los que suelen ser para niños, porque en ellos los perros están obligados a ir con correa, a no defecar en el césped, e incluso hay árboles de tronco ancho y bajo, con abundantes ramas y poco follaje, (como el olivo) en los que, si trepa y se enganchase la correa, el gato es fácilmente recuperable. Eso sí, hay que ir con zapatos deportivos, por si hay que trepar un poco, que ya me ha pasado.
En mi caso, lograr pasear con mi gata ha sido una experiencia enriquecedora para las dos. Siento que nos ha unido mucho. Ella hace ejercicio y yo me despejo después del día de trabajo. Nuka tiene ahora 4 meses; no sé lo que sucederá cuando crezca, pero estoy dispuesta a correr el riesgo y seguir paseándola. Por cierto, mi hermano, que también tiene una gata, está sorprendidísimo del comportamiento y la educación de Nuka, logrado en estos 3 meses. Fue el quien me la regaló con sólo 1 mes de nacida. Le asombra ver como juega con los niños, la paciencia que tiene con ellos y lo sociable que es (curiosamente, más con personas y perros que con animales de su especie). Ahora se arrepiente muchísimo de no haber dedicado algo más de tiempo a la suya.
Un gato no es un perro (eso lo tenemos claro todos los que tenemos uno) pero tampoco es un peluche al que tener solamente para acariciar, ni mucho menos un bonito adorno mirando a través de la ventana.
Nada más nacer, Nuka fue abandonada en la sociedad protectora de la ciudad. No conoció a otra madre que a la gata de la casa de acogida donde estuvo hasta que cumplió 1 mes. Luego de eso, a mí, que más que una madre sustituta soy… SU COMPAÑERA DE PISO. ¿De quien heredó o aprendió a ser la maravillosa gata que es? No lo sé, supongo que todos participamos. Lo que está claro es que no lo heredó de su super carísimo pedigrí.
Fin del texto:
Nota: Las dos fotos iniciales son de Aiko. Las dos que coloco dentro del texto de referencia son de Nuka, la gata de Gladys Torán.