Riesgos de la sociabilidad entre perros y gatos

un gato en la escalera
A muchos nos gusta que nuestros compañeros animales se lleven bien con los de otras especies. Nos complace que nuestro perro pueda ver a un gato sin querer atacarlo, y que nuestro gato pueda aceptar a un pollito, dejar tranquilos a los pájaros y no sentir agresividad ante otro gato o un perro ajeno, no tomándolo como un enemigo a priori.

Sin embargo esta sociabilidad tienen también grandes riesgos, particularmente para gatos que pueden salir libremente a la calle, tanto en las urbes como en los ambientes rurales. Los automóviles son quienes causan más muertes de gatos, con frecuencia en las noches, cuando, deslumbrado en medio de la calzada por las luces de los faros, el felino se agazapa sin moverse, siendo arrollado. Pero también existe la amenaza de los propios perros. En nuestros buenos propósitos quizás le hayamos enseñado al gato a no temerles, aún siendo desconocidos. Pero ocurre que, en ocasiones, algún gato muy confiado no logra detectar a tiempo a un animal agresivo, siendo atacado con consecuencias muy graves o fatales.

Ejemplos cercanos tengo bastantes, con la cantidad de gatos que mi hermana mayor ha perdido en las fauces de perros y en la carretera del pueblo. Pero el 20 de julio de este año, desde Colombia,  María Virgina ha hecho un comentario que, tomándome la libertad de editarlo un poco, yo rescato y prefiero colocar aquí, a modo de ejemplo, y donde espero que será más leído. Y de una vez le doy las gracias por su tiempo, su voluntad y su relato.  Cito:

Leyendo la historia de tu gato Mínimo, como si fuera ayer, recordé la partida de mi gatita. Todavía la tengo clavada en el alma, y creo que jamás superaré lo ocurrido, ni con ella ni con Salvajito, mi otro gatito.  Salvajito murió primero, atacado por un perro. Se había perdido dos días y regreso muy herido. No pudimos salvarlo, y nos tocó dormirlo. Aún no me había recuperado de esa pérdida, cuando, al mes, mi gatita Valentina (Vale) que era tan especial y apegada a mi y con quien yo solía hablar desapareció también.  Esa noche soñé que no la iba a volver a ver, que se despedía de mi. Cuando desperté salí a buscarla a la montaña.  La encontré muertita. Había sido un perro. Fue demasiado para mi, y me desplome.

Ocurrió hace ya dos  años, y aún sabiendo que ella regresó a formar parte de la madre naturaleza,  y que su misión conmigo fue el amor puro, hoy siento que el dolor permanece intacto y creo que no va a desaparecer.

Actualmente tengo a Thomas y su hermano, y también a Sarah, la mamá. Son mis gatos hermosos que amo. Pero mi corazón se contrae cada vez que oigo ladrar un perro y ellos no están en casa. Ahora intento que entren temprano, y no dejarlos salir en las noches. Juego con ellos para que duerman tranquilos.  Amo a esos gatos con toda mi vida. Los gatos son especiales, tienen algo que va más allá.

Cada gato tiene su personalidad, ella fue especial. La ame mucho, fue atacada por confiada, por noble, por cariñosa. Quiero compartir con todos algo que escribí para mi querida y recordada gata Valentina:

Vale, tú llegaste a mi vida para llenar de magia y felicidad cada instante. Contigo aprendí a hablar en un lenguaje que traspasa dimensiones. Teníamos largas conversaciones felinas… hablábamos el mismo lenguaje. Vale, mi gatita, te amo y te amaré siempre. Fueron 2 años en los que fuimos una sola, y por eso, cuando te fuiste sentí que se apagó una parte de mi. Pero ya esa parte va a brillar… porque tu eres esa luz y esa luz no se va a apagar. Te quiero mucho mi chiquita. Te tengo clavada en el alma. Me hace falta tu compañía. Ese cuerpito que calentaba mi cama, que se adelantaba a cada uno de mis movimientos… que conocía perfectamente mis emociones… y siempre estaba allí. Un amor puro e incondicional. Un amor transparente. Eres la totalidad del amor. Te extraño mucho.

Fin de la cita.

Nota de autor. La fotografía que coloco de portada es de un gatito desconocido, en la población de Huerto Muro, Concejo de Aller, Asturias. Es uno de los tantos animalitos que me encuentro en mis correrías fotográficas por aldeas y pueblos.

Actualización: María Virginia me hace llegar una foto de su recordada gata Valentina, que mucho me ha hecho recordar a mi querido Mínimo.

gata Valentina

Yo pienso que si hemos sido capaces de darle amor, comprensión y una vida satisfactoria a algún animalito, su partida se hace menos dolorosa, y podemos sentirnos orgullosos de haber convivido juntos. Pero, si además, de alguna forma, ese ser nos ha hecho aprender algo, y nos ha ayudado a ser un poco mejores, podemos también decir, como dice María Virginia: «Gracias a nuestros amados animales que dieron la vida para nuestro crecimiento«.

Gracias a nuestros amados animales que dieron la vida para nuestro crecimiento

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