La mierda de tu perro

Anciano paseando al perroDos gritos. Sorpresa, seguida de dolor. Un golpe. Un hombre caído en la acera. Era un invidente. Su bastón no logró detectar la cagada que yo sorteé unos instantes antes. Grande y blanda. Aún no brillaba el sol para secarla esa mañana. El hombre no se fracturó nada, afortunadamente, pero pudo haber sucedido.

paseando a los perrosA pesar de las campañas para que la gente evite que sus mascotas hagan sus necesidades en plena acera, a pesar de las ordenanzas municipales, por más que se promulguen leyes al respecto, poco se logra. Muchísimas personas se niegan a recoger los excrementos dejados por sus mascotas. Pero tampoco se ocupan de que las mismas no caguen en todo el medio de las aceras. Hay sectores de Madrid en donde parecen pistas de obstáculos, o de eslalon. Muchos solamente entienden cuando se los sanciona con multas. Pero no hay suficientes policías para frenar la delincuencia, mucho menos para vigilar esas cosas.

Basurero para excrementos animalesLo paradójico es que, el Ayuntamiento de Madrid ha colocado en múltiples sitios unos dispositivos, que son a la vez papeleras y dispensadores de bolsas negras, especialmente para que las personas recojan los excrementos de los animales y los depositen allí. Así que, si no lo hacen, no será por falta de dinero para comprar las bolsas. Y lo que más coraje me da es que, alrededor de los parques infantiles, generalmente de suelos cubiertos con arena, y teniendo estas papeleras-dispensadoras al lado, es en donde más cagadas de perros se encuentran.

Dispensador de bolsas para excrementos

Soy muy viejo para agacharme. Me da asco agarrar la mierda. No me da la gana, que se aparten. ¡Que se jodan los demás!

Soy muy viejo para agacharme. Me da asco agarrar la mierda. No me da la gana, que se aparten. ¡Que se jodan los demás!

Supongo que cosas como estas será lo que piensan muchos.

Yo no sé lo que pensaría el invidente al que ayudé a levantarse del suelo. Posiblemente, por su propia condición, no fuera capaz de desear mal a otras personas. Pero no me asombraría que hubiera deseado, para el dueño del perro causante de aquello, que Dios le concediera, al menos, siete veces siete lo que en su mente deseaba cuando permitió que su animal cagara en la acera, y se fuera sin recogerlo.


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