Hace bastante tiempo que, si no llevo prisa, me detengo a observar los perros que deambulan por las calles, particularmente aquellos desnutridos. Intento meterme en sus pensamientos, percibir sus sentimientos, comprenderlos un poco a través de su comportamiento. Pero tengo que tener las emociones bien equilibradas ese día, porque llega un momento en que parece que lo logro.
Las ciudades pueden ser un lugar muy inhóspito para esos animales sin hogar. Si han nacido en las calles y sobrevivido la etapa de cachorros, pueden defenderse mejor. Pero si han crecido en un hogar y luego fueron abandonados, por lo general no tienen las habilidades necesarias para enfrentar ese medio tan duro y competido.
Por otro lado, para los perros callejeros hay muchos peligros y enfermedades rondando: parásitos externos como las garrapatas, y la omnipresente sarna que termina dejándolos en carne viva; las enfermedades gastro-intestinales, por beber aguas contaminadas y negras; magulladuras, cortadas y heridas por peleas; fracturas por arrollamientos de autos y motos. Pero, sobre todo, la falta de alimento que los lleva a la desnutrición. Esto se hace más evidente en las hembras que quedan preñadas y tienen que amamantar luego a sus cachorros. Sus necesidades alimenticias en esa etapa son superiores, pero la cantidad de alimento es la misma. Cuando una hembra que amamanta muere, sus cachorros morirán también, por inanición.
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