Anécdota canina
Cuando estoy solo en casa, tengo cierta rutina matutina.
Al levantarme, Penélope me está esperando impaciente para recibir sus dos galletitas para perros, que se devora en un instante. Mi gato Rufo se pone ante el refrigerador, para que le de su ración de unos cuantos trocitos de hígado de res, por el que se desvive.
Después pongo la cafetera y voy preparando la mesa para el desayuno. Es algo que Penélope espera con más ansias que sus dos galletas, pues desayunamos juntos. Luego de eso, abro la puerta delantera y los dos vamos hasta la gran jaula de las tres loras, para limpiarla y darles de comer.